viernes, 22 de octubre de 2010

Programa de Microsoft Powerpoint
 
 

Asesor: Wilber Antonio Benítez Castro



Alumna: Samantha Carolina González Contreras
Trabajo de graduación para optar al Diplomado de Técnico Operador Ejecutivo.

¿Se nombra el lesvianismo en la biblia?

(Romanos 1:18-27) . . .Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que suprimen la verdad de un modo injusto, 19 porque lo que puede conocerse acerca de Dios está entre ellos manifiesto, porque Dios se lo ha puesto de manifiesto. 20 Porque las [cualidades] invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que ellos son inexcusables; 21 porque, aunque conocieron a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron casquivanos en sus razonamientos, y se les oscureció su fatuo corazón. 22 Aunque afirmaban que eran sabios, se hicieron necios 23 y tornaron la gloria del Dios incorruptible en algo semejante a la imagen del hombre corruptible, y de aves y cuadrúpedos y cosas que se arrastran. 24 Por lo tanto, en conformidad con los deseos de sus corazones, Dios los entregó a la inmundicia, para que sus cuerpos fueran deshonrados entre sí, 25 hasta a los que cambiaron la verdad de Dios por la mentira y veneraron y rindieron servicio sagrado a la creación más bien que a Aquel que creó, que es bendito para siempre. Amén. 26 Por eso Dios los entregó a apetitos sexuales vergonzosos, porque sus hembras cambiaron el uso natural de sí mismas a uno que es contrario a la naturaleza; 27 y así mismo hasta los varones dejaron el uso natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error.

Fuente(s):

La Biblia

jueves, 21 de octubre de 2010

SOLAMENTE PARA TI!!

Mitos sobre el lesbianismo. Parte I.

No estaba muerta, ni andaba de parranda, estaba viviendo;
imagen tomada de http://es.tinypic.com/view.php?pic=2me4w3t&s=4
imagen tomada de http://es.tinypic.com/view.php?pic=2me4w3t&s=4
muchísimas Gracias a las que me mandaron mails, o mensajes por Facebook preguntándome el porqué no había escrito.
Ser lesbiana es complicados, ¿recuerdan que hablamos una vez sobre los estereotipos y arquetipos? Pues, no son las únicas figuras a las que nos enfrentamos, también existen los mitos, ya sean de comportamiento, apariencias, rituales, experiencias, etc. La sociedad a lo largo de la historia ha creado muchas falacias acerca de lo que verdaderamente es ser lesbiana, pero como no estamos para acusar a la sociedad, lo importante es reconocer que muchas veces somos nosotras mismas quienes les damos poder de existencia a esos mitos, y puede ser que lo hagamos inconciente y creo firmemente que es algo normal, pero se debe superar, ya saben, todos los dilemas que el proceso de aceptación conlleva.
Veamos, un mito se define como una falsa creencia sobre algo o alguien, y como ya dije se han iniciado y conservado en la vida en sociedad, el problema es que al no desmitificar ciertos aspectos del lesbianismo provocamos que muchas chicas que están mal informadas, confundidas o asustadas traten de cumplir esos mitos, vivirlos, hacerlos realidad y así convertirlos en estereotipos, que como todas las etiquetas destructivas sólo traen tristeza, desolación y muchos malos ratos a quien los trata de representar.
Existen muchos mitos acerca de las lesbianas, y hoy pretendo mencionar algunos de los más comunes y los que más he escuchado de mis amigos cuando les confesé que me gustaban las mujeres, lo importante es que se sientan libres de aportar sus propias experiencias con los mitos urbanos acerca del lesbianismo y sería genial si nos cuentan la anécdota acerca de si lograron re-educar a quien les manifestó la existencia de ese mito, o si fueron ustedes mismas como se dieron cuenta de que era algo falso.
A ver, comencemos con los clásicos acerca de ¿por qué una mujer es lesbiana?:
1. Es fea: Por favor! SOMOS HERMOSAS! Triplemente hermosas porque estamos rodeadas de
Que hermosas! me fascinan!
Que hermosas! me fascinan!
hormonas femeninas que hacen que todo sea hermosa, la madre naturaleza es sabia. Esto es FALSO! Allá cada quien con su amor propio pero si te sientes fea no quiere decir que tienen que gustarte las mujeres, así como que si te gustan las mujeres no quiere decir que seas fea.
2. No se levanta hombres: FALSO! Ya quisieran las heterosexuales que las lesbianas no fueran la fantasía non plus ultra de sus hombres, no es que las lesbianas no se levanten hombres, ES QUE NO LES INTERESAN SEXUALMENTE LOS HOMBRES.
3. La violaron: OJO! FALSO. Y poniéndonos serias, si has sido abusada sexualmente lo primero que debes hacer es denunciarlo a las autoridades (la violación es una de las más comunes manifestaciones de violencia de género), luego ir a un especialista para asegurar que todo está OK en tu cuerpo, y POR SUPUESTO ir a un psicólogo, no tiene nada de malo atenderse en un psicólogo (lo sabré yo que fui a psiquiatra y psicólogo y eso me hizo sentirme muy cool, ya saben salida de una serie gringa), pero la realidad es que un ataque sexual ya sea por parte de un hombre o una mujer deja secuelas psicológicas, físicas y emocionales en quien lo sufre y debe ser ayudada a superarlo, si sientes que te gustan las mujeres porque tuviste una experiencia de este tipo sólo estás reflejando una conducta adquirida por una experiencia traumática, y puede no ser lo correcto.
4. No tuvo papá: O sea! Sociedad ignorante! Siglo XXI, no han oído hablar de la diversidad familiar? Las investigaciones psicológicas han demostrado que los núcleos familiares pueden ser de distintos tipos, y eso de “el rol masculino” no es únicamente otorgado por un padre, puede ser un tío, un hermano, un amigo cercano de la familia, un abuelo, etc. En este mundo en que habitamos mujeres y hombres es muy difícil no entender la diferencia de género, ojala existieran menos hombres cobardes que abandonan a sus hijos, pero que hay de aquellos que simplemente dejaron este mundo? Eso va a hacer que una se convierta en lesbiana? NO. (neeeext idea please…)
 
'Sus Alabao! lo que se aprende en estos planteles educativos! (foto encontrada en la cochina web)
5. Estaba en un colegio de puras mujeres: Uff! Los colegios de puras mujeres son lo mejor!!!! (y más sin son católicos, ya vienen las fantasías con las falditas de cuadros y las medias altas), pero debo decir que este mito es FALSO! Estuve en dos colegios, uno mixto y uno de mujeres, debo decir que tengo amigas y conocidas lesbianas y heterosexuales de ambos colegios, y en las mismas proporciones, es decir en ambos colegios tengo una cantidad similar de conocidas lesbianas y el común sigue siendo las heterosexuales, aunque las del colegio de chicas son más que nada sexuales, jaja. Lamento decir que es FALSO! Estar en un colegio de “señoritas” (si claro!) no te hace LESBIANA! (aunque pienso que debería, pues seríamos mas!!!) ya dejaré a un lado mi humor de hoy, pero es que personalmente esta es la que más he escuchado. (por cierto chekeen esta web si les interesa el tema de lesbianismo en católicas http://cclonline.org)
6. La nana la tocaba: WTF? El día que me la dijeron me dio rabia, carajo si tu nana te tocaba y tu mamá no se daba cuenta, pues la del problema es tu mamá y no tú, es similar a lo de la violación, una niña pequeña no está en la capacidad de decidir su sexualidad pues la misma no ha madurado. Y si eras grande y te dejabas tocar de la empleada no entiendo ¿porqué dudas de tu lesbianismo? Más vale que la nana estuviera buena en ese caso. 
7. No ha encontrado el hombre de su vida: Esto es FALSO! No he encontrado la mujer más bien y por eso es que sigo buscando! Esta va dirigida a mi madre – No vieja querida, las lesbianas no estamos ni siquiera buscando al hombre de nuestras vidas, estamos buscando a la mujer de nuestras vidas -, uno no decide “voy a ser lesbiana porque Pedro José Rivadeneira me dejó y no he vuelto a amar”, lo más seguro si Pedro José era el novio fue el primero en enterarse de que la niña era “torti maker”.
8. Se masturbaba mucho y por eso no le gusta tener sexo con hombres. Y quién dijo que amarse
ÁMATE! foto de http://bollovillo.blogspot.com/
ÁMATE! foto de http://bollovillo.blogspot.com/
una misma es malo? Tengo amigas heterosexuales que son asiduas clientes de Manuel, y jamás han sentido atracción por mujeres. Así como he conocido mujeres lesbianas que prefieren tener sexo con su pareja antes que con ellas mismas. Así que esto también es FALSO en todo el estricto sentido de la palabra, y también este deriva en otros mitos que tocaré (jaja) después. Ey! la masturbación es buena!….pero el sexo es mejor! Ja!
9. Le gustaban mucho los deportes y jugaba con muchos varones: A mi en lo personal no me gustan los deportes, me gustan las deportistas. Esto es SUPER FALSO! quién dijo que los hombres son los dueños de las actividades deportivas? he visto muchas chicas que les sacan las ñecs a sus novios practicando algún deporte y eso no las hace lesbianas, y he visto muchas (estem soy una) lesbianas que no les gustan los deportes, bueno no muchas, asique estoy por pensar que es cierto.
10. Es muy inteligente, más que un hombre y por eso no soporta estar con uno. Esto lo debe haber dicho una lesbiana, porque sería una forma muy sutil en que la heterosociedad le dice tontas a las mujeres heterosexuales. Esto es FALSO! hay de todo en el planeta tierra y ciertamente no todas las lesbianas son pilonas comelibros, activistas políticas, y no todas las heterosexuales son tontas, eso es como decir que las rubias son tontas, o sea, que tonterías dice la gente!

LA PATOLOGIZACIÓN DEL LESBIANISMO:

La medicina y la sexología.
Las últimas décadas del s.XIX vieron nacer una nueva disciplina llamada sexología, cuyo objetivo era crear una ciencia del deseo. La tarea que se impusieron lo fundadores de la sexología fue la del tratamiento científico del sexo. El quehacer de estos primeros sexólogos ha dejado una profunda huella en nuestras actitudes y pensamiento sobre sexo que manejamos en la actualidad.
Los escritos de la sexología del siglo XIX, entre otras muchas cosas, suponen un gran esfuerzo de clasificación y definición de patologías sexuales, lo que origina una impresionante serie de minuciosas descripciones y rotulaciones de los impulsos sexuales considerados “anormales”. La Psicopatía Sexualis de Krafft-Ebin supone un momento decisivo, ya que representa todo un catálogo de perversidades, desde la inversión sexual hasta la zoofilia. La urofilia, el fetichismo, el exhibicionismo el sadomasoquismo y muchas, muchas más, hicieron su aparición pública a través de esta manía clasificatoria. El lesbianismo es un ejemplo de esta categorización clínica de las sexualidades denominadas perversas.
Algunas historiadoras lesbianas y feministas han argumentado que una identidad lesbiana específica basada en las categorías de la sexología (lesbiana masculinizada) no se desarrolló hasta finales del siglo XIX. Demostraron, como ya se ha dicho, que con anterioridad a esta fecha fueron frecuentes entre las mujeres de clase media de Gran Bretaña y Estados Unidos, tanto las casadas como las solteras, las amistades pasionales, románticas, a menudo de larga duración, que incluían continuas y desbordantes expresiones de amor, compartiendo cama, a veces durante toda una vida, sin que esto se considerara extraño o sospechoso.
A lo largo del siglo XIX también hubo algunas mujeres que se ajustaron al modelo que más tarde daría la sexología, llegando a vestir incluso con ropas de hombre, y amaron a otras mujeres.

Sin embargo, todo ello no pareció influir en la aceptación social del amor de las mujeres por las personas de su mismo sexo. No parece que se vieran a sí mismas diferentes a otras mujeres, ni que se sintieran integrantes de un grupo humano con unas características particulares, es decir no tenían conciencia de diferencia. Esta idea o sentimiento de ser diferentes sexualmente se divulgó con el auge de la sexología. Por ello la categoría, la palabra “lesbiana” refiriéndose a un grupo concreto y como término que le define es relativamente nuevo y no fue de uso corriente antes del siglo XIX.
En el siglo XIX se le atribuye a la medicina y a la sexología (muy unida a esta disciplina), además del simple conocimiento de la enfermedad, el conocimiento de las reglas de discriminación entre lo anormal y lo patológico. Y es entonces, y no antes, cuando el lesbianismo se convierte en enfermedad.
A finales del siglo XIX, el sexólogo Havelock Ellis definía el lesbianismo de esta manera: “El carácter principal de una mujer invertida sexualmente es un cierto grado de masculinidad, los movimientos bruscos y enérgicos, la actitud y el andar, la mirada directa, las inflexiones de voz y, sobre todo, la manera de estar con un hombre, sin timidez ni audacia, son signos para un observador prevenido, de que ahí existe una anormalidad psíquica subyacente”.
Lo más importante de esta definición es que se trata al lesbianismo como enfermedad mental; la trasgresión de las expectativas que se tenían socialmente sobre una mujer, la mujer que no respondía a lo que se esperaba de su género, esposa, madre, cuidadora, era inmediatamente definida como lesbiana. Se definía a la lesbiana por el rol, la actividad que desempeñaba y no por el aspecto emocional, claro definidor de la lesbiana actual. Esta manera estereotipada de pensar a la lesbiana, como mujer masculina, subyace todavía hoy en el discurso sexual de nuestras sociedades occidentales.
Es frecuente que los estudios sobre lesbianismo realizados a finales del siglo XIX, se basen en las relaciones entre mujeres internadas en manicomios criminales. Llegándose a definir el lesbianismo como uno de los fenómenos propios de las mujeres prostitutas. No es de extrañar por tanto que tanto a prostitutas como a lesbianas se les apliquen los mismos sistemas de curación: lobotomía, electroshock, extirpación de genitales…
En 1908 manuales de la época, no siempre contrarios a los derechos de gays y lesbianas describen de esta manera a la mujer homosexual: “un temperamento activo, valiente, creador, bastante resuelto, no demasiado emocional; amante de la vida al aire libre, de la ciencia, la política o hasta de los negocios; buena organizadora y complacida con los puestos de responsabilidad…. Su cuerpo es perfectamente femenino, aunque su naturaleza interna es en gran medida masculina”. Seguramente hoy en día no logramos descubrir qué hay de lésbico o masculino en este retrato.
La mayoría de los hombres de ciencia de finales del siglo XIX y principio del XX, solían asociar la autoafirmación, la independencia y una cierta actitud feminista con el lesbianismo. Estas características bastaban para acusar de inversión a una mujer en 1890 y siguen formando parte hoy en día del imaginario popular a la hora de describir a una lesbiana.
Otra característica de este imaginario popular sobre la lesbiana es el considerar los juegos de roles, aquello de una hace de mujer y otra de hombre, como parte ineludible de las relaciones lésbicas, algo claramente atribuible a la sexología, quien diferencia entre dos tipos de mujeres homosexuales.
· Las “invertidas congénitas”, de orientación masculina.
Las · “pseudolesbianas”, que podrían haber sido heterosexuales de no haber sucumbido a las artimañas de la verdadera invertida. Tenían el aspecto y el comportamiento de la mujer heterosexual afeminada de su época.
Ambos tipo de mujer se atraían mutuamente y por arte de magia estas mujeres pasan a desempeñar en la cama los roles propios de su aspecto exterior. Las prácticas Butch/Femme , el deseo de penetrar y ser penetrada por otra mujer, es un hecho incuestionable y han generado dentro del movimiento lesbiano feminista no pocas discusiones, sin embargo no se pueden hacer extensivas a todas las lesbianas bajo argumentos tan peregrinos y ser elemento esencial del estereotipo lésbico de nuestros días. Es simplemente una característica sexual que algunas lesbianas tienen y otras no.
El trabajo de la sexología provocó una campaña en las escuelas y centros universitarios en los años veinte en Gran Bretaña, destinada a prevenir contra el lesbianismo a las mujeres y chicas más jóvenes, de manera que las relaciones entre mujeres habían adquirido un tinte de perversión bastante generalizado. Se convierte el lesbianismo en algo perverso, marginal y maldito. Consecuentemente muchas mujeres se refugiaron en matrimonios heterosexuales o desarrollaron un gran desprecio y compasión por sí mismas al aceptar la etiqueta de invertidas.
En el imaginario popular el amor entre mujeres, más que nunca a lo largo de la historia, empieza a asociarse con la enfermedad, la demencia y la tragedia. Cuando el lesbianismo se considera patológico muchas mujeres lesbianas se patologizan a sí mismas sufriendo una falta de identidad, entrando en conflicto con el propio ser femenino y asumiendo formas de relación y valores sexuales masculinos. En la literatura del siglo XX escrita por lesbianas o que narra historias con protagonistas lesbianas, es frecuente encontrarse con personajes torturados, infelices y que a menudo fantasean con el suicidio. Fiel reflejo de lo que en “los felices años 20“ se vivía.
Frente a este modelo sexológico y a siglos de negación católica del lesbianismo han tenido las lesbianas del siglo XX que construir su identidad y encontrarse a gusto consigo mismas. Realmente no ha sido tarea fácil, y hoy día sigue sin serlo para muchas, por eso es importante recoger el legado y las aportaciones que muchas mujeres que han amado a mujeres a lo largo de los dos últimos siglos nos han dejado, porque sin duda han allanado el terreno que hoy muchas de nosotras pisamos con derecho propio, sin ellas, sin duda alguna, nuestro camino hubiera sido más difícil. Conocer su historia y reconocer su valor nos permite darnos cuenta de que vivir una sexualidad diferente es posible y gratificante.


jueves, 14 de octubre de 2010

¿Cómo aprendemos a gustar de nosotros mismos?


Todas las personas tienen derecho a sentirse bien consigo mismas. Todos somos seres humanos valiosos. Desarrollar la autoestima es muy importante para los jóvenes. Es difícil que los gays y lesbianas adolescentes se sientan bien consigo mismos porque estamos rodeados de personas que creen que estamos enfermos, somos pervertidos o estamos destinados a vivir vidas muy desdichadas. Cuando sentimos que tenemos que ocultar quienes somos realmente, esto puede hacernos caer en el alcohol, las drogas o el suicidio. Podemos sentirnos muy aisladas, temerosas y deprimidas, especialmente si no hemos tenido a nadie con quien hablar del hecho de ser lesbianas. Cada vez más, nosotras, como jóvenes lesbianas, aprendemos a gustarnos a nosotras como somos. Nos ayuda leer buenos libros sobre lesbianas -libros con información precisa y escritos sobre lesbianas que tienen vidas muy plenas. Nos ayuda también reunirnos con otras lesbianas porque entonces descubrimos que las lesbianas son tan diversas como cualquier otro grupo de personas y que nuestra sociedad nos ha dicho muchas mentiras. Puede ayudar que te digas todos los días, "Soy lesbiana y no hay nada malo en ello". Además, trata de encontrar a alguien con quien hablar que crea también que no hay nada malo en ser lesbiana. Recuerda, es normal y natural ser lesbiana, del mismo modo que para algunas personas es normal y natural ser heterosexual.

Lesbianismo: ¿Transgresión del mandato histórico o diversidad para discriminadas útiles?

Por Margaria Pisano


--- La cultura que produce el mundo homosexual masculino, tanto o más impregnada de misoginia que la heterosexual
--- El pensamiento lesbiano ha sido un lugar de escondite y de exposición de un proyecto distinto de sociedad
--- Sin entender la complejidad de la cultura masculina y lo funcionales que podemos llegar a ser, es difícil que nuestra opción sexual tenga una dimensión transformadora

La historia de la especie humana está marcada con cuerpos diferentes, cuerpo-mujer/cuerpo-hombre. Sobre estos cuerpos sexuados se construye todo un sistema de significados, valores, símbolos, usos y costumbres que normalizan tanto a nuestros cuerpos como a la sexualidad, delimitándolos exclusivamente al modelo de la heterosexualidad reproductiva.

La negación de la sexualidad, así como su reducción a lo reproductivo es fundamental para declarar al cuerpo como un objeto a dominar, en contrapunto a lo superior: la mente y el espíritu. El hombre superior es aquel que domina su cuerpo y para el cual el cuerpo es algo molesto pero inevitable. El corte conflicto entre cuerpo y mente es una de las zonas donde se experimenta el dominio y donde se instala la construcción de las carencias.

Al cuerpo varón se le asignan las capacidades de crear, pensar organizar y elaborar valores, que es lo que se define como masculino y que se traduce en un cuerpo simbólico masculino, como lugar de entrenamiento y desarrollo para el dominio, tal como piensa sus cuerpos culturales (academia, deportes, guerras, uniformes, etc.) Este es el cuerpo que se admira y se recupera para la cultura masculinista.

El cuerpo mujer, por el contrario, es un cuerpo subordinado a su función reproductiva esencial: la maternidad, reducida a sujeto instintivo, a objeto de placer, donde es anulada como sujeto pensante por esta operación cultural de cuerpo supeditado al dominio.

Con estos signos se construyen las ideas de feminidad, donde la mujer pierde automáticamente la autonomía e independencia, para formar parte integrante de una masculinidad que nos piensa, nos delimita, nos define, tanto como diseña nuestra subordinación en todos los ámbitos, subordinación que es mucho más sutil y profunda de lo que aparentemente pudiéramos apreciar.

La sumisión y la deslegitimación de las mujeres -hecho fundacional de patriarcado- se extiende y perfecciona en la cultura masculinista contemporánea, aunque haga el juego de apariencias democráticas e igualitarias. Detrás de todo esto existe una historia de represión donde las mujeres han sido desprovistas de la palabra y fundamentalmente de proyectos políticos, lo que hace imposible salirse del lugar asignado, y es en este lugar donde se usa a la sexualidad como un acto de apropiación que conlleva la dominación como idea de construcción cultural.

Para que todo esto opere, la historia de las mujeres ha sido focalizada al ejercicio del amar sobre el pensar, esto hace que el amor adquiera una dimensión invasiva y prioritaria correspondiendo así al mandato cultural: las mujeres aman y los hombres piensan. Desde este espacio amoroso, subordinado, ejercen sus pequeños poderes, sus resistencias, sus tretas, sus influencias, pues es el único espacio de poder relativo que les pertenece. Pero, contradictoriamente, no somos las mujeres las amadas por la cultura, sino más bien, deseadas, poseídas y temidas. Son los hombres los amados, tanto por las mujeres como por los propios hombres, construyendo una cultura misógina que ama a los hombres y odia a las mujeres.

Se podría desprender entonces, que las mujeres que aman a las mujeres, las lesbianas, transgreden este mandato histórico de subordinación a lo masculino, tiene la potencialidad de sanarse de la propia misoginia y resimbolizarse, no en función de otros, sino para sí mismas. Sin embargo esta socialización conlleva una trampa muy potente, pues cuando amamos a una mujer nos transformamos en sujetos doblemente focalizados hacia el amor, atrapadas en los mismos espacios que nos enajenaron de la historia de la humanidad, aunque al mismo tiempo contiene la ruptura de los límites de lo femenino y la resistencia al proyecto heterosexual establecido, rompiendo no sólo la misoginia, sino fundamentalmente la fidelidad de amor hacia los hombres.

Por tanto, la dimensión política lésbica no es la misma que la del mundo homosexual varón, pues aunque estos últimos rompan con el estereotipo de la heterosexualidad dejan intactos los valores que sostienen a la masculinidad. No cuestionan el sistema de dominio que hace posible el sexismo, el clasismo, el derechismo y por consiguiente la homofobia del sistema, alimentando contradictoriamente su propia discriminación.

Los modelos eróticos con que somos socializadas se van construyendo y reconstruyendo desde los poderes culturales, son reforzados permanentemente por la iconografía de los medios de comunicación y de grupos culturales que, aunque aparentemente tengan una posición permisiva o cuestionadora, en lo medular siguen sosteniendo los viejos valores de la masculinidad. Para cambiar estos valores se requiere necesariamente de un proceso político cultural civilizatorio que cuestione en lo más profundo los viejos estereotipos de la sociedad patriarcal, que sigue totalmente vigente aunque se haya travestido de una pseudo igualdad en esta masculinidad moderna.

El lesbianismo corresponde a un pensamiento histórico-político que tiene características propias y que no son comparables ni semejantes a la experiencia de las mujeres heterosexuales, aunque como mujeres seamos desvalorizadas por este hecho.

Las lesbianas somos discriminadas doblemente, como sujeto mujer y en tanto rebeldes al modelo heterosexual reproductivo, del mismo modo que somos periféricas al movimiento homosexual, donde se admira la masculinidad y se exalta el cuerpo del varón, tanto o más que en los lugares políticos de la masculinidad heterosexual.

La especificiadad de la problemática de las lesbianas -a medida que el mundo homosexual ha adquirido más visibilidad- queda sumida en una lectura homosexual generalizada, donde priman de la misma manera que en la heterosexualidad, los intereses masculinos de un trato igualitario que no nos contiene.

Las feministas y las feministas lesbianas sabemos que con leyes igualitarias no se arreglan nuestros problemas, ni se derrumba la feminidad como construcción cultural, por el contrario, la masculinidad sólo suma a su cultura a "los discriminados útiles" y ése es su juego de la diversidad.
La aspiración de igualdad que tiene el movimiento homosexual, corresponde a la nostalgia de haber formado parte de lo establecido y de compartir espacios de poder político y económico con el resto de los hombres; forman parte del colectivo varón que tiene el poder, aunque sufran discriminación.

La cultura que produce el mundo homosexual masculino está tanto o más impregnada de misoginia que la heterosexual y ha sido usada por la cultura neoliberal masculina para atrapar a las mujeres más que nunca en la secundaridad y la revalorización de objeto útil, pues el travestido no es otra cosa que la caracterización de la tonta femenina subordinada a los deseos y maltratos de la masculinidad.

La comunidad homosexual debiera pensar estos tics conservadores, tanto como el deseo de querer acceder a un sistema que los reprueba y persigue, ya que sin entender la complejidad de la cultura masculinista en la que vivimos y lo funcional que podemos llegar a serle, es difícil que nuestra opción sexual tenga una dimensión transformadora. Poco tenemos que hacer con los varones homosexuales, ellos no tienen nuestras experiencias corporales, históricas,ni biográficas de maltrato y sumisión, no son discriminados por sus cuerpos, sino por sus opciones, forman parte de esa cultura, la reafirman y marcan constantemente.

La lesbo-homosexualidad se piensa desde un lugar fronterizo, entre la homosexualidad y la heterosexualidad, no forma parte de ninguno de estos modelos, aunque contenga algunos de sus tics culturales, pues históricamente el pensamiento lesbiano ha sido un lugar de escondite y de exposición de un proyecto distinto de sociedad, donde no se necesite de la tolerancia de los poderes económicos, religiosos, culturales y políticos, para poder existir.

Investigaciones sobre los orígenes del lesbianismo.

Tras haber procurado comprender el carácter de la evolución lésbica por medio de los enfoques experiencial y teórico, debemos someter a prueba esas ideas, comparándolas con los datos de que disponemos sobre las historias y orígenes familiares de las lesbianas, para ver qué factores parecen predisponer a una mujer para escoger a otra mujer como compañera sexual y amorosa.



Ha habido numerosas especulaciones en torno a los factores que causan el lesbianismo. Resumidos son: el miedo a crecer y a asumir las responsabilidades adultas; el temor al dominio y a la destrucción; miedo al rechazo; miedo al sexo opuesto; temor a la castración y al pene; deseo de conquistar y poseer a la madre; dependencia neurótica; trauma heterosexual (incluida la violación); seducción en la adolescencia por una mujer mayor; tener la primera experiencia sexual con alguien del mismo sexo, encontrándola agradable; conducta masculina en la primera infancia; ausencia prolongada de la madre; masturbación con la consecuencia de una fijación clitoridiana; factores sociales (como tabúes heterosexuales y grupos unisexuales, exclusivamente femeninos), y factores físicos (anormalidades genéticas, constitucionales y endocrinas).